En México, la balanza de las tareas domésticas y de cuidado está notablemente desequilibrada y en su mayoría, se basa en estereotipos de género
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) reveló que 17.2 millones de mujeres se dedican de manera exclusiva a estas labores, una cifra 17 veces superior a la de los hombres.
Esta disparidad tiene profundas implicaciones.
Por su parte, el informe de la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) subraya esta realidad al señalar que nueve de cada 10 personas que abandonan el mercado laboral para dedicarse a tareas de cuidado son mujeres.
Esta distribución desigual no solo limita el tiempo disponible para el desarrollo y crecimiento profesional femenino, sino que perpetúa un ciclo de desigualdad.
Rosa María Sánchez Maldonado, directora general de la Cámara Nacional y de la Asociación de la Industria de Productos Cosméticos y del Cuidado del Hogar (CANIPEC), afirmó que:
“Si aspiramos a una sociedad más equilibrada con igualdad de derechos y obligaciones, el cambio debe gestarse desde el hogar. Hablar de inclusión en el hogar es fundamental, ya que este es el primer espacio donde las personas interiorizan valores, roles y comportamientos que luego se replican en la sociedad”.
Sánchez Maldonado señaló que para promover la inclusión tenemos la corresponsabilidad de impulsar la equidad de género en las tareas domésticas.
Incluso empezar desde temprana edad con la contribución de los pequeños del hogar en tareas adecuadas para sus edades.
¡Romper estereotipos!
CANIPEC impulsa iniciativas que contribuyen a promover la inclusión, diversidad y el respeto a fin de ir rompiendo los estereotipos más comunes que aún persisten en nuestros hogares.
A través de diversas campañas se promueve la igualdad en las labores de casa y se desmitifican algunos de los mitos más comunes, entre ellos:
- La mujer es la “cuidadora principal” o “ama de casa”: esta creencia sobrecarga de trabajo no remunerado a las mujeres, limitando severamente su desarrollo profesional y personal.
- El hombre es “proveedor principal” o “cabeza de familia”: este estereotipo genera una mayor presión sobre los hombres para ser el único o principal sostén económico, lo que restringe su participación en la crianza y el cuidado, y en ocasiones, su expresión emocional.
- Tareas “femeninas” vs. “masculinas”: la idea de que ciertas tareas son inherentes a mujeres (cocinar, lavar ropa, limpiar baños) y otras a hombres (reparaciones, trabajos “pesados”).
- Los hijos e hijas no colaboran o solo hacen tareas “ligeras”: fomenta la falta de desarrollo de autonomía, responsabilidad y habilidades para la vida en los menores, y aumento de la carga para los adultos.
- Los productos del hogar no están diseñados para cubrir los gustos de ambos géneros: cada vez es más común tener diversas presentaciones de un mismo producto que se adapta a la preferencia de uso.

Fomentar el equilibrio en las labores del hogar entre todos los integrantes de la familia no solo construye relaciones más sanas y justas; también es el primer paso indispensable para una mayor inclusión y equidad en todos los demás espacios de la sociedad.
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