En los últimos años, los desastres naturales se han intensificado debido al cambio climático. Por ello, la industria aseguradora emerge como un aliado fundamental para construir un futuro más resiliente ante estos eventos. Más allá de ofrecer protección financiera ante desastres, su papel estratégico se extiende a la promoción de acciones que prevengan y reduzcan el impacto ambiental.
En 2023, 142 catástrofes relacionadas con el cambio climático generaron daños asegurados por $280 billones de dólares. Según los expertos, esta cifra podría aumentar entre un 5 y un 7% anualmente. El terremoto en Turquía y Siria, con pérdidas de $6.2 billones de dólares, de las cuales el 90% no estaban aseguradas, es un claro ejemplo de la importancia de contar con esta protección.
Tan solo en México, el huracán Otis impactó a Guerrero dejando daños asegurados por más de 37 mil millones de pesos. El sector asegurador ha pagado más de 11,274 millones de pesos en indemnizaciones, demostrando su capacidad de respuesta ante eventos de gran magnitud. Sin embargo, también queda patente la falta de aseguramiento de la población.
Por ello el papel de la industria aseguradora como agente de cambio ha sido fundamental en la lucha contra el cambio climático. Gracias a la medición, predicción y mitigación de riesgos, y a la búsqueda de cerrar las brechas de protección, las aseguradoras contribuyen a construir un mejor futuro para las generaciones presentes y futuras.
La Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) destaca que el sector posee información y modelos únicos para monitorear los cambios en eventos como huracanes e inundaciones. Esto les permite sugerir medidas para mitigar riesgos en sectores vulnerables. Esta información se convierte también en la base para el desarrollo de soluciones que incentivan prácticas sostenibles y fortalecen las comunidades y ciudades.